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El actor como interfaz sensible


2017. La totalidad de este texto fue presentado en el coloquio "Cuerpo en Acto" organizado por Andrea Potestá en el instituto de Filosofía de la Universidad Católica.


Extracto de "El actor como interfaz sensible"

Por Millaray Lobos García


"....Ahora mismo leo y seguramente se espera que algún sentido emerja de mi parte, pero, al mismo tiempo, todos sabemos “ya” algo y es desde ese “ya” que interpretamos. Confiando ese misterioso saber común es que vienen a posarse sentidos posibles, consistencias y, a veces, figuras arquetipales. De eso se trata en parte actuar: confiar en que estamos “desde ya” implicados en el enigma común de nuestra existencia y en una red potencial de impresiones que nuestra memoria recompone, frases, sonidos, palabras que nos vienen de otros, de la cultura o de la memoria inscrita en nuestras células, y que transitan en nosotros articulando sentidos provisorios, fulgurancias. ¿Para qué la gente va al teatro, finalmente? Quizá para vivir junto al actor-actriz sus transformaciones, su desborde, su riesgo de tenerse frente y fuera de él dando con formas que “representan” ese proceso mismo. Se va quizá al teatro a vivir un poema configurándose en la entrega de quien está ahí parado en escena. Lo que no es menor, lo que no siempre sucede.

II. EL CUERPO ¿QUÉ SIENTE? ¿QUÉ EXPRESA?

Para quien lo vivencia, hablar del sentir escénico es delicado. Hay que cuidar de no acorralar la experiencia domesticando efectos o anticipando causas. Es la reflexión en la que trabajo y que, traducida al quehacer actoral, forma parte de lo que se juega en toda interpretación: la tensión entre una inmersión “en” y una visión “de” la experiencia jugándose a la par. Por decirlo de alguna manera, lo que expreso en escena lo descubro en su expresarse mismo. La consciencia que luego se traduce en acciones escénicas no es consciencia de algo, sino consciencia que abre a la interpretación -propia y de otros- lo que descubre. En escena, las diversas interacciones que tienen lugar en la salvajería e indomabilidad del cuerpo se manifiestan frente a otros, quedando éste expuesto a interpretaciones que lo inscriben en sentidos preexistentes en cada espectador, pero eso no lo convierte por tanto en un vehículo de mensaje unívoco. Los acentos de la voz o la particularidad de un movimiento son formas de resistencia a la normatividad de la expresión y es esa “localidad” física lo que lo hace singular (y no la supremacía de un “yo” que dirige o premedita). El cuerpo es así involuntario y a la vez consciente de su devenir. Comprende que puede a todo momento ser reinscrito en convenciones y formatos culturales y, precisamente porque lo comprende, juega con ello, mantiene o bifurca. Él cuerpo “es” el mensaje, su materia y, de alguna manera, lo sabe...."


Puede leerse más sobre este coloquio y los textos presentados en


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